Quebrantahuesos

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martes, 7 de mayo de 2013

Una noche en el cantadero


Introducción

Hasta el momento, el presente año ha sido especialmente generoso en nevadas y días desapacibles, este hecho ha propiciado que los cantaderos de mayor ocupación en el Pirineo presenten todavía una capa de nieve de considerable grosor y que el celo del ave se haya retrasado unos días.
Por esta razón hemos ido trasladando a los clientes más tempraneros a la segunda quincena de Mayo y la primera semana de Junio, franja temporal donde consideramos que tendrá lugar el momento álgido del celo.
Sin embargo aprovechando una visita al Val de Aran por motivos laborales, aprovechamos para visitar un pequeño cantadero de la parte baja del valle y probar el equipo. Nos preocupa especialmente la pernoctación de los clientes, la confortabilidad de los escondites y sobre todo la tranquilidad de las aves.

Este es el relato de Luis Frechilla de una noche en este pequeño cantadero de 4 o 5 machos, durante los primeros días de la época de celo del ave.

Escondite fotográfico
 
2 de mayo de 2013 - Valle de Arán

A la hora acordada, 15:20 h, del primer jueves de mayo nos vemos con Javi Montes en el centro de Vielha, bajo un cielo nublado que amenaza lluvia. Durante unos kilómetros avanzamos por la carretera de Francia hasta un desvío que nos dirige a una pequeña aldea de montaña, con casas de piedra y tejados de pizarra en torno a una iglesia románica que en poco desmerece a la de Taüll. Sin salir del coche, esperamos unos minutos hasta que aparece el todoterreno blanco del guarda que nos conducirá a un cantadero autorizado de la parte baja del Valle de Arán. Son casi las cuatro de la tarde y, sin demora, le seguimos por una larga pista forestal durante varios kilómetros, en los que vamos ganando continuamente altitud por el interior de una empinada masa de pino silvestre. De improviso el coche del guarda se detiene y maniobra para apartarse del camino. Una breve presentación y todos nos afanamos en ponernos las botas, preparar las mochilas y comprobar que está todo el equipo necesario para la experiencia: algo de comida, bebida, ropa de recambio y abrigo, impermeable, un saco de dormir, la cámara, un objetivo corto y un zoom, el trípode, la silla plegable,… Todo esto, unido a la estructura del hide y los elementos que lo harán confortable (esterilla, suelo impermeable,…) hacen que la mochila sea muy pesada. Afortunadamente, los fotógrafos y observadores que empezarán a llegar a partir de mediados de este mes se encontrarán todo esto ya instalado en el cantadero y solo se tendrán que ocupar de sus equipos personales. De momento, lo nuestro es una prueba, una puesta a punto para prever todas las necesidades que podrán surgir más adelante. Y una prueba además que, sin esperarlo, seguramente se iba a realizar en las condiciones meteorológicas más adversas que probablemente nos vayamos a encontrar en toda la temporada.

Imagen del cantadero

Cantadero en Pino silvestre
Con el peso de la mochila rondando los 20 kg, la subida al cantadero resulta para mi sacrificada, aunque la afronto caminando despacio hasta conseguir acompasar la respiración y no se me hace larga ni excesivamente dura. El camino parte de la pista forestal y es una trocha bien marcada aunque cubierta de césped, muy disimulada en el suelo del bosque, que sube dibujando algunas eses y con frecuentes rellanos que permiten un respiro. De este modo alcanzamos el cantadero al cabo de unos 30 o 40 minutos de camino. Allí el guarda nos cuenta su experiencia con este cantadero, define más o menos los límites y cuál es la zona que más utilizan las aves. El cantadero es un sector de bosque precioso, con pinos altos y maduros, algún que otro haya y troncos derribados por la nieve. A continuación buscamos indicios y “polleros” (acumulaciones de excrementos) que aparecen sin dificultad y nos servirán de guía para decidir la ubicación de los escondites. 

Finalizada la subida, las sensaciones se recuperan rápidamente y nos centramos en la instalación de los hides. En menos de media hora todo está listo y nos despedimos deseándonos buena suerte para la mañana siguiente. Aún faltan unos minutos para las 18 h y desde hace un rato no deja de nevar, por momentos, casi copiosamente. El hide es amplio y cómodo, aunque algunas goteras se cuelan por una de las ventanas de observación así que empiezo por ajustar bien los cierres de velcro y controlar el agua para que no corra por el interior de la tienda. El suelo está un poco inclinado en el rellano que ocupa mi hide, así que busco también la posición más cómoda para la esterilla y el saco de dormir. Enseguida me cambio de ropa para evitar las prendas mojadas por la lluvia durante la subida y preparo un bocadillo para cenar. Mientras como no dejo de mirar por la ventana del hide, contemplando cómo la nieve comienza a cubrir el suelo del bosque. Todo está en silencio, si hacemos caso omiso del rumor continuo del río que llega desde muy abajo en el valle. 

Perspectiva desde un escondite

Pollero
 …
Han dado las 19:15 h. Sigue nevando, ahora trapeando de forma insistente y silenciosa. Han dejado de entrar goteras en el hide y veo por la ventana la tienda de Iñaki cubierta por una fina capa de nieve. En el silencio del bosque, resuena el rumor del río Garona muy abajo en el valle, y, de cuando en cuando, se escucha el ruido “antinatural” de un avión surcando el cielo muy alto. Este sonido me produce una sensación extraña, un ruido tan ajeno como inesperado desde el corazón del bosque a casi 2000 m de altitud, y uno piensa que los urogallos no viven tan aislados del mundo como tal vez cabría suponer.
A las 20:38 h oigo el reclamo de un pinzón seguido por el susurro de un reyezuelo. Ahora nieva muy flojito. Por la ventana del hide se aprecia el suelo del bosque cubierto de nieve excepto en las zonas de sombra de las copas más densas de los pinos. Todo sigue en silencio. No he escuchado nada que indique que han entrado urogallos al cantadero y me entran ganas de acostarme y ponerme a dormir, pero tengo la duda de que ocurra algo antes de que caiga la noche, así que aguanto un poco más. La colchoneta que estamos probando aísla muy bien del frío y dentro del saco se está bien. Hay que dormir vestido pero no tengo sensación de frío a pesar de que la temperatura afuera es probable que haya descendido por debajo de los 0ºC. 

 
Amanece

Escondite tras instalación
 21:20 h.- Prácticamente ya es de noche en el corazón del bosque. Ha dejado de nevar y reina el silencio. Aparentemente, no se ha escuchado nada que apunte a la entrada de algún urogallo a este sector del bosque. Uno de los botellines de agua que he subido me sirve para orinar antes de echarme definitivamente a dormir. Espero coger el sueño pronto porque lo cierto es que dentro del saco se está bien.
5:30 h.- De pronto me despierta el canto de un mochuelo boreal, la enigmática lechuza de Tengmalm de toda la vida. Está cantando con insistencia desde algún pino muy cerca del hide y suena alto y claro. Una sonrisa se dibuja en mi cara mientras acabo de desperezarme. No sé si he llegado a coger un sueño profundo pero lo cierto es que la noche no se me ha hecho larga, no he pasado frío en ningún momento. Durante 10 minutos el mochuelo no deja de cantar, primero muy cerca, luego más lejos. Entonces se oye también brevemente un cárabo. El canto del mochuelo es inconfundible, un “uh-uh-uh-uh-uuhh”, de 5 o 6 notas apresurado y con el acento en la última sílaba, a veces con la penúltima nota más aguda que el resto.
Hasta las 6 h permanezco en el saco escuchando, pero solo se oye el mismo rumor del río. Nada que se pueda atribuir al urogallo. Un poco después comienzan a moverse los pájaros: un petirrojo que canta brevemente, un herrerillo capuchino,… Por la ventana ya se ve, aunque los árboles son una silueta negra ribeteada por una fina capa de nieve. En el suelo hay más nieve que al oscurecer pero tampoco mucho más. Por primera vez distingo entre las copas de los árboles las luces de un par de pueblos lejos en el valle. Solo faltan los urogallos.
 No habrán pasado más que unos minutos cuando, de pronto, lo veo. Delante de mí. A 4-5 m, en una de las manchas sin nieve por delante de un pino. Parece muy despierto y atento a su entorno, lleva el cuello estirado, la cola recta sobre el suelo y cerrada, el pico apuntando hacia arriba. Entonces me percato de que no deja de emitir un chasquido con el pico, cada pocos segundos, pero tan tenue que es casi imperceptible ahogado por el sonido ambiente del río. Se ve negro, precioso, con un ribete blanco recorriendo los flancos, y el pico también muy claro. Enseguida se mueve, pausadamente, casi de forma señorial, revisando su territorio. Así avanza hasta pocos metros de la tienda de Iñaki, y luego vuelve, ya con la cola medio desplegada y algo levantada. Lentamente se pierde a mi izquierda. Ha sido sumamente emocionante. Recordando los consejos de Javi, nuestro guía, no me he planteado si quiera tratar de hacer alguna foto. Todavía no hay luz para ello y se corre el riesgo de molestar al gallo antes de que empiece a cantar. Inaki tampoco ha utilizado la cámara cuando el ave se encontraba tan cerca, aunque realiza una fotografía testimonial y sin apenas luz cuando se aleja de su posición.

Huellas de urogallo pirenaico

Silueta en la distancia del ave en la penumbra
 …
Desde que se fue habrá pasado casi una hora y no lo he vuelto a ver. Pero ahora lo oigo cantando sin cesar a mi izquierda. Muy tenue pero muy claro: tap-tap-tirrrr- plup´ y después un arrastrar de cadenas. Todo es muy tenue, casi con la excepción del taponazo que se oye muy claramente en medio del amanecer. Esa es la única parte del canto que no consiguen ahogar los reclamos de los reyezuelos y los páridos que se mueven por los alrededores. Sin parar un instante, el gallo encadena estrofa tras estrofa. Claramente se ha subido a un árbol y es invisible en la maraña de copas y ramas del bosque. ¿Volverá a pasar por el mismo camino de antes? La luz ha mejorado rápidamente y ahora se podrían hacer fotos y muy buenas, aunque se ha metido la niebla y vuelve a chispear nieve.
Han dado las 8 h y el gallo no para de cantar un instante. Puede que lleve ya una hora cantando de continuo.
8:24 h.- Repentinamente ha dejado de cantar. Ahora solo se oyen carboneros garrapinos, pinzones y han empezado a alborotar un par de arrendajos.
 Van a dar las 9h. He hablado con Iñaki, que lleva despierto desde las 4 de la mañana. Me cuenta que lo vio subir a peón por la ladera hasta situarse a 3 m de su tienda. Luego se movió hacia la mía y ya compartimos el resto de la observación. Por su lado pasó también a primera hora una familia de jabalíes, en este caso haciendo la ruta contraria, bajando la ladera sin percatarse de nuestra presencia. Por la conducta del gallo, él cree que es evidente que estamos aún en una fase temprana del celo. También me dice que desde su posición puede distinguir dos machos cantando, aunque a ratos no escucha el gallo que yo tengo tan cerca.
A las 9:23 h vuelvo a oír que el macho de urogallo comienza a cantar de nuevo, ahora sin tanto entusiasmo, terminando las estrofas con el taponazo, sin la seguidilla final. Este periodo de canto dura ininterrumpidamente hasta las 10:30 h, luego sigue esporádicamente hasta casi las 11 h. Entonces Javi nos envía un mensaje para salir. Lo ha visto salir volando de la rama de pino que ocupaba y da por terminada la sesión. Salimos del hide y en apenas media hora lo tenemos todo recogido y estamos iniciando el camino de regreso. La bajada nos lleva ahora 15-20 minutos y en muy poco tiempo estamos comentando la mañana al lado del coche, despojándonos del anorak y de la carga de las mochilas. La experiencia para mí ha sido inolvidable. Es mi primera vez, no así en su caso, que me aseguran que todo será diferente en un par de semanas, cuando el celo haya avanzado un poco más y los urogallos pasen más tiempo en el suelo y reciban las primeras visitas de las hembras.