La fotografía de lobos ibéricos en libertad en las montañas de Riaño,
tiene mucho de suerte, paciencia, y capacidad de observación, y poco de
técnica fotográfica….Bueno, tal vez mi amigo Andoni Canela no esté muy
de acuerdo con esto, pero lo cierto es que una vez elegido el punto de
observación e instalado el equipo fotográfico junto a ti, lo mejor que
puedes hacer es olvidarte de él.
Ahora en invierno los lobos se mueven mucho, aprovechando recursos
tróficos de distinta índole y es difícil predecir sus movimiento. Lo
único que puedes hacer es confiar en tu instinto y buscar con tus
prismáticos un rabo, una pata o una oreja que no debiera estar ahí entre
la selva de piornos.
Este día en concreto, hace apenas una semana, el viento helado soplaba
fuerte en la montaña, los bandos de zorzales alirrojos y reales entraban
desde el mar esforzándose por alcanzar los collados y los rebecos se
dejaban ver sorprendentemente cerca del fondo de los valles escapando de
la ventisca y ramoneando algunas briznas de hierba junto al arroyo.
Protegiéndote las manos con los guantes, sacas los prismáticos y te
pones a mirar. Sigues con periódica rutina la línea de las montañas,
desde allí arriba continuas prospectando las veredas de los venados y
terminas en unas peñas donde vuelas las águilas reales. Una vez aquí
inclinas unos grados los binoculares e inicias el camino de vuelta de
izquierda a derecha…mas rocas, una campera donde come un corzo,
piorno…más piorno y un poco más allá un pequeño bosquete de robles y…más
piorno.
Así las tres horas, desde las 15:00h hasta las 18:00h, buscando
metódicamente una aguja en un pajar que tal vez ni siquiera esté en el,
pasas el foco de las lentes una y otra vez por los mismos lugares, hasta
que terminas ya reconociendo a la perfección cada palmo de terreno, una
vez más, una y otra vez…
A última hora las manos están tan entumecidas por el frío que duele
hasta enfocar y la pierna se me queda dormida por las malas posturas.
De repente veo dos machos de ciervo que se quedan mirando un para otro a
cierta distancia y que continúan su marcha de forma un tanto
precipitada en sentidos opuestos, 10 grados más al sur…en un canchal que
había prospectado más de 80 veces esa tarde, de repente mis ojos se
cruzan con un impresionante lobo adulto que tranquilamente sentado
prospecta el valle, como quien se levanta de una siesta y todavía
adormilado corre las cortinas para ver qué día hace.
Entre las manos entumecidas y la pierna dormida no acierto a colocar
bien el trípode y tardo un triunfo en enfocar, apenas me da tiempo a
subir la iso y a encuadrar mal que bien, y me pongo a disparar fotos
como un descosido. Levanto la vista para cambiar el modo de enfoque
pero cuando vuelvo a mirar ya se ha movido….jod¡¡… cojo los prismáticos y
le sigo durante unos metros…. pero tal como vino, desaparece entre el
matorral.
Según bajo de nuevo hacia el coche me lamento, si hubiera preparado bien
la cámara, si hubiese ido controlando la luz, si tendría bien
estabilizado el trípode…en fin, si hubiera hecho todo eso…. tal vez no
hubiera visto el lobo.
Al fin y al cabo mis amigos dicen que soy un fotógrafo pésimo...y no les falta razón.
Me parece una experiencia estupenda, no es fácil observar a los lobos en esta época del año, y muchas veces lo dificultamos nosotros por estar más atentos al dichoso equipo que a lo que hemos venido a ver. Gracias por compartir la experiencia, yo me he levantado hoy con ganas de ver lobos,y como en la montaña de castilla la mancha es imposible, he entrado a vuestro web y de ahí al blog, ha sido una bonita sorpresa esta publicación. Un saludo
ResponderEliminarLaura